¿Es posible hacer miles de kilómetros sin usar efectivo?

14/02/2020

La irrupción de las nuevas tecnologías en el campo de los medios de pago, hace que cada vez sean mayor las voces que vaticinan que algún día a medio plazo el dinero en efectivo dejará de exisitir; otros sin embargo, dudan que ese momento pueda llegar algún día. Los más atrevidos consideran que ya no es necesario el uso de efectivo.

Sea como fuere, no cabe duda que el avance de la digitalización y con ella el de las tecnologías disruptivas, hace que la experiencia del cliente en este ámbito se vea mejorada notablemente y ello debería repercutir en la tasa de uso de medios de pago en sus diferentes versiones frente al dinero en efectivo. Pero ¿Cómo estamos de preparados?

He querido averiguarlo personalmente, y por ello he tratado de hacer un trabajo de campo para extraer mis propias conclusiones, aprovechando para hacer una de las cosas que más me gusta: el deporte. Así que sin tratar de pensarlo dos veces, he cogido mi bici, una mochila con los enseres más básicos (ropa, neceser y botiquín), un smartphone, una tarjeta de débito de una entidad bancaria y 50 euros en efectivo para uso en casos de emergencia. Con con ello me he dispuesto a realizar en 2016 un trayecto que cubriera España de norte a sur (Avilés-Tarifa), en 2017 quise explorar territorio francés (Avilés-Burdeos) y en 2018 quise realizar el experimento en el resto de la península (Avilés-Lisboa)

A modo informativo, las zonas de paso y parada han sido: 2016 (Avilés-San Emiliano-Benavente-Salamanca-Plasencia-Mérida-Monesterio-Las Cabezas de San Juan-Tarifa); 2017(Avilés-Ribadesella-Llanes-Anero-Bilbao-San Sebastián-Dax-Le Barp-Burdeos) y 2018 (Avilés-Navia-Lugo-Orense-Braga-Ilhavo-Paiao-Caldas da Rainha-Lisboa)

Podría exponer la experiencia desde un punto de vista vital y deportivo, pero no considero esta red como el foro adecuado. Tampoco voy a informar de los datos y estadísticas que he ido obteniendo, ya que por su alcance y duración no serían representativas, por lo que voy a ceñirme a exponer las conclusiones que he podido obtener, objeto por el cual estoy escribiendo este artículo.

  • En líneas generales, estamos preparados para poder pagar una transacción sin efectivo (todos tenemos los medios), pero no están igual de preparados los establecimientos para poder cobrar. No es una barrera tan tecnológica como de mentalidad (en varios casos rehúsan de su uso o sugieren un importe mínimo).
  • Para poder realizar mi propósito de sobrevivir sin efectivo he tenido que “forzar” la situación, situándome como usuario al servicio de las nuevas tecnologías y no las nuevas tecnologías al servicio del usuario, y cuando esto sucede, la intención con la que nacen las nuevas tecnologías y los avances de la digitalización se desvirtúan. Aprovecho para comentar que esto último está sucediendo en ciertos sectores, y al no situar al cliente como eje central de su actividad -o situarlo en un lugar inapropiado- no consiguen más que menoscabar la experiencia cliente que tanto esfuerzo cuesta construir.
  • Las facilidades para poder pagar sin efectivo que me he encontrado, son directamente proporcionales al tamaño de su población.
  • – A pesar de encontrar mayor dificultad en las zonas rurales, se puede optar y aprovechar la digitalización para abonar el alojamiento usando como medio para la reserva una plataforma a través de nuestro Smartphone.
  • – En las zonas no urbanas de Francia se puede pagar con tarjeta, pero he percibido que no existe un buen desarrollo de la tecnología NFC, lo que es una barrera para el pago contactless/móvil; sin embargo en las ciudades he podido comprobar que es posible hacer uso de esta tecnología en transacciones cotidianas, tales como la adquisición de un billete de transporte público urbano o el uso de una máquina de vending.
  • Pagar una consumición de escaso valor, es una misión casi imposible a menos que nos encontremos en un establecimiento perteneciente a una cadena o franquicia.

Aprovecho para comentar que esto último -el usuario al servicio de la tecnología y no a la inversa- está sucediendo en ciertos sectores. El no situar al cliente como eje central de su actividad -o situarlo en un lugar inapropiado- no consigue más que menoscabar la experiencia cliente que tanto esfuerzo cuesta construir.

¿He tenido que usar los euros que llevaba para casos de emergencias? Sí. ¿Podría haber sido más restrictivo y no haberlos gastado en su totalidad? También. Las estaciones de servicio fueron aliadas en esta experiencia y por muy remota que sea la población donde se encuentra, siempre admiten medios no monetarios como forma de pago, y podría haber hecho acopio de comida y bebida en esos puntos, pero esa no era la finalidad del trabajo. Siempre he tratado de no desviar -y por tanto no desvirtuar- lo que tendrían que ser mis hábitos naturales.

Una observación que quiero matizar, es que la experiencia la he realizado con una misma tarjeta bancaria (física y en Smartphone), pero las compañías no bancarias también juegan su papel, y esto es algo que la banca sabe. Aprovechando las ciudades donde existen grandes almacenes, supermercados y gracias a las alianzas estratégicas realizadas con una importante red de estaciones de servicio (posiblemente la mayor) -que cada vez disponen de una oferta de productos más amplia- podría haber realizado una parte importante del gasto tanto en formato físico como en smartphone con la tarjeta de compra de El Corte Inglés, un grupo empresarial principalmente retail y no estrictamente financiero, apunte para tener en cuenta que la competencia a la banca no se ciñe única y exclusivamente a compañías fintech..

Finalizo exponiendo un gráfico que considero de interés, en el que se muestra por países la relación directa entre los pagos con tarjeta y el PIB de cada país (Año 2016)

En resumen, estas han sido mis conclusiones y las he querido compartir con vosotros. Quizás la vuelva a leer dentro de un año y vea que todo ha cambiado radicalmente… o que todo sigue igual. Me inclino más por lo primero que por lo segundo, pero será el tiempo y nuestra capacidad y voluntad de adaptación quien lo determine.

Carlos Muñiz en El Corte Inglés de Lisboa

Gracias por la lectura.

Saludos cordiales.

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